Del otro lado de la noche,
el frenesí por comerse.
Del otro lado de la cama,
la ropa -obsoleta-
Tu paradójica cabeza:
liviana sobre la almohada,
pesada sobre mi brazo.
Anclada al piso por garras floto,
vuelo por la habitación donde aún
hace eco el zumbido de las plantas.
Incontables rostros desfilan ante mí,
-cuadrados rectangulares puntiagudos-
en mi búsqueda por uno real, pateo y ronco,
en mi afán de encontrarte te tiro de la cama.
Una meseta con patas y dientes me muerde,
la herida sangra y mancha las sabanas;
lloro porque nunca voy a entender
la importancia de llamarse Ernesto
ni el valor de las palabras mudas.
Las garras se mueven del pie derecho
al pie izquierdo, llamándome
a volver a tu mano quieta,
a tu respiración dormida,
tu cabeza tejida
Del otro lado de la puerta, el mundo,
absolutamente prescindible.
el frenesí por comerse.
Del otro lado de la cama,
la ropa -obsoleta-
Tu paradójica cabeza:
liviana sobre la almohada,
pesada sobre mi brazo.
Anclada al piso por garras floto,
vuelo por la habitación donde aún
hace eco el zumbido de las plantas.
Incontables rostros desfilan ante mí,
-cuadrados rectangulares puntiagudos-
en mi búsqueda por uno real, pateo y ronco,
en mi afán de encontrarte te tiro de la cama.
Una meseta con patas y dientes me muerde,
la herida sangra y mancha las sabanas;
lloro porque nunca voy a entender
la importancia de llamarse Ernesto
ni el valor de las palabras mudas.
Las garras se mueven del pie derecho
al pie izquierdo, llamándome
a volver a tu mano quieta,
a tu respiración dormida,
tu cabeza tejida
Del otro lado de la puerta, el mundo,
absolutamente prescindible.