16 de septiembre de 2009

Express Número Dos: Acuarela


La noche se come los edificios, que se astillan en estrellas, y con los ladrillos que se escapan se empiezan a elevar los inquilinos, primero por los pies. Mitad hechos o mitad por deshacerse, vuelan (o caen) en una melodía ascendiente, que llega a su punto máximo con un cielo cubierto de personitas y sabanas que suben (o bajan) y bailan con una coordinación que los aleja, mientras se hacen puntos pequeños en el firmamento. Se diluyen, se aguan, se evaporan. Y brillan y bailan al compás de los ladrillos, las camas, los relojes.

Se encuentran los vecinos y hablan de todo menos del clima. Un perro y su dueño retoman una partida de ajedrez. Una pareja gira en torno a una nube delineando brazos, ojos, piernas con zoquetitos. La banda saca música de las tostadoras y las cafeteras expectantes. Y bailan y brillan.

La noche se escurre por una alcantarilla, una línea naranja agrupa los ladrillos, las almohadas se meten en sus fundas, los hombres en sus camas. Mitad desechos o a medio hacer, el sol los va acercando (o alejando) hasta el momento finito en que el señor vuelve a pasear al perro, los vecinos vuelven a comentar la lluvia, y a una cama de dos vuelven tres.